Existen diversos estudios que reconocen la existencia de un clima escolar positivo como condición necesaria para lograr buenos aprendizajes. Entre ellos, Juan Casassus (2001), quien señala que la convivencia escolar, dentro de un clima positivo, se correlaciona con altos logros y motivación de los estudiantes, productividad y satisfacción de los profesores.
¿Cuál es el factor más gravitante para el aprendizaje en aula?
El factor más gravitante de lo que ocurre en el aula es el “clima emocional”. Vale decir, la calidad de la relación alumno-profesor, la relación entre los alumnos y con el medio, lo que a su vez, genera un espacio estimulante, tanto para los aprendizajes educativos, como para la convivencia social.
Ello se ve confirmado por el segundo estudio regional comparativo y explicativo desarrollado por el LLECE, organismo dependiente de la Unesco, que menciona al clima escolar como la variable que ejerce la mayor influencia sobre el rendimiento de los estudiantes.
En este estudio se concluye que “…la generación de un ambiente de respeto, acogedor y positivo es esencial para promover el aprendizaje entre los estudiantes” (Valdés & cols, 2008, p.45). Según Haar (2005) del “Danish Technological Institut”, un “clima escolar” positivo orientado hacia la escuela puede ser condición necesaria, pero no suficiente, para buenos resultados académicos.
En ese sentido, los autores de la publicación de la OECD (Organisation for Economic Cooperation and Development), “School factors related to quality and equity (2005) demostrarían, a través de un estudio cuantitativo que el clima escolar tiene una mayor incidencia en el rendimiento escolar de los alumnos, que los recursos materiales y personales o la política escolar respectiva.
¿Por Qué Finlandia lidera las evaluaciones internacionales?
El caso de Finlandia es elocuente. Aquí el sistema educativo es unitario y casi totalmente público y gratuito. Según los analistas, en Finlandia se implementa otra “filosofía de aprendizaje” respecto a los alumnos comúnmente llamados “atrasados”.
El profesor, formado en centros de educación superior, con elevadas remuneraciones y gozador de alto prestigio, se hace responsable y se compromete con el aprendizaje de aquellos. Les explica en grupos más pequeños utilizando otras metodologías, pero no los excluye de sus cursos.
Existe entonces un sistema estatal de ayuda académica que define los objetivos de aprendizaje, según las características del niño. “Nunca el niño es culpado por quedar atrás. Y nunca es dejado solo, nunca”, afirma la maestra finlandesa Anna Ikonen (Füller, 2005). Dentro del aula finlandesa se propicia en este marco un “clima” de aprendizaje motivante y a la vez relajado para los alumnos. Una conjunción entre la consideración afectiva, social y cognitiva del estudiante en pos de su aprendizaje..
¿Por qué es tan importante la afectividad entre profesor y estudiante en el aprendizaje?
Hans Wagemaker (en Piwonka, 2004), Director ejecutivo de IEA (Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo) para TIMSS (Estudio Internacional de tendencias en Matemáticas y Ciencias), aventura una explicación para ese “éxito”, aludiendo directamente al cultivo de cierto “clima escolar” enfocado en la relación profesor alumno.
“Mientras observábamos una clase de niños de siete años en Cuba, de pronto uno de ellos se desconcentró y dejó de leer el libro que estaban estudiando. El profesor se limitó a mirar al niño y a sonreírle. El niño le sonrió levemente de vuelta y volvió a concentrarse en su tarea. Lo que yo vi ahí fue una relación muy afectuosa entre el profesor y sus alumnos. Más tarde, cuando nos dejaron solos con los niños por unos momentos, les preguntamos qué es lo que más les gustaba de su escuela. Inmediatamente reaccionaron como si se tratara de una pregunta fácil. Uno de ellos se adelantó, y dijo: ‘Mi profesor’” (op.cit).
Una serie de estudios implementados en distintos contextos y a través de diversos instrumentos, han dado cuenta de una relación directa entre un clima social positivo y un buen rendimiento académico. Y es en forma de adquisición de habilidades cognitivas, aprendizaje efectivo y desarrollo de actitudes “positivas” hacia el estudio (Cassasus, 2000, Gómez y Pulido, 1989; Wahlberg, 1969; Anderson y Wahlberg, 1974; Villa y Villar, 1992; todos en Cornejo y Redondo, 2001. También, Center for the Study and Prevention of violence, 2000).
En ese marco, la investigadora Marshall de la Universidad estatal de Georgia apoyada por Haynes, Emmons y Comer (1993, en Marshall, 2003) señala que investigaciones sobre clima escolar en ambientes de alto-riesgo urbano, indican que los climas escolares positivos pueden influir determinantemente en el éxito académico de estudiantes urbanos.