Para los profesionales de la educación no es un misterio que el trabajo ordenado y sistemático es una excelente forma de favorecer el aprendizaje de los estudiantes.
La constancia y el esfuerzo individual de cada estudiante es un factor fundamental para subir las notas, asimilar contenidos y poder extraer información relevante de textos y materias.
Estilos de aprendizaje
Después de cualquier clase en un colegio o universidad, se puede preguntar uno por uno, a cada alumno, qué es lo que se les ha enseñado. Un número mayoritario, conservará imágenes de lo que se ha tratado y recordará algunos momentos que vieron en la sesión.
Otros, narrarán los contenidos, mientras que unos pocos, comentarán sobre cómo se sintieron en la clase. ¿Por qué podría ocurrir esto? Básicamente, porque cada alumno percibe de forma prioritaria cosas distintas.
Y las ciencias de la educación se han centrado en el proceso de aprendizaje como un factor clave para mejorar la enseñanza. Por lo tanto, ahora entendemos que el aprendizaje es influido por diversos factores. Estos van desde los ambientales, como la luz, la temperatura o el ruido; hasta otros más emocionales, como la motivación y la responsabilidad.
Es en esta línea que la Programación Neurolingüística (PNL) destaca el “estilo de aprendizaje” de cada individuo. En otras palabras, cómo las personas prefieren captar, recordar, imaginar o enseñar ciertos contenidos.
Algunos usan más sus ojos, mientras que otros captan mejor los contenidos por sus oídos o el tacto. Son los tres modos de percepción sensorial: visual, auditiva y kinestésica.
También se debe considerar que ambos hemisferios del cerebro captan, procesan y conectan la información de distinta manera, según su especialización o su mayor o menor actividad en cada área.
Hemisferios y percepción sensorial
En términos generales, el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro es el lógico. Y piensa en símbolos y conceptos abstractos. Contiene la capacidad para las matemáticas, y también para leer y escribir.
El hemisferio derecho procesa la información de manera global, partiendo del todo para entender las distintas partes y cómo encajan unas con otras.
Gracias a este lado, entendemos las metáforas, soñamos, creamos nuevas combinaciones de ideas y tenemos capacidad imaginativa y fantástica. Tomando en cuenta lo anterior ¿Qué es lo ideal en el proceso de enseñanza y aprendizaje?
Tratar de combinar el lenguaje de los dos hemisferios y de los tres modos de percepción sensorial: visual, auditiva y kinestésica, siempre que sea posible.
Con alumnos en los que predomina un estilo de aprendizaje marcado, lo recomendable es potenciar el uso equilibrado de los diferentes modos de percibir y procesar.
Tal como explican en el web de pedagogía española www.prepazadospazaaprendez.com. “Encontrar la dominancia propia, el sentido preferente, el estilo característico y aportar métodos y claves para optimizarlas es parte importante del trabajo que los profesores deben aplicar”.
Percepción sensorial en la práctica
Según la web www.educarchile.cl, se puede clasificar a los estudiantes según sus distintos estilos de aprendizaje:
1. Aprendizaje visual
Los estudiantes visuales aprenden mejor a través del contacto visual con el material educativo. Piensan en imágenes y son capaces de traer a la mente mucha información al mismo tiempo. Por ello tienen más facilidad para absorber grandes cantidades de información con rapidez.
Las representaciones visuales del material, como gráficos, cuadros, láminas, carteles y diagramas
mejoran su aprendizaje. Y lo mismo ocurre con videos, películas o programas de computación, los que
también mejoran su aprendizaje.
Recuerdan mejor lo leído que lo escuchado, ya que su forma más eficiente de almacenar información es visual. Según explican en Educarchile.cl, se calcula que entre un 40% y un 50% de la población privilegia el estilo de aprendizaje visual.
2. Aprendizaje visual-auditivo
Este grupo aprende mejor escuchando material educativo. Piensan y recuerdan de forma secuencial y ordenada, por lo que prefieren contenidos orales. Incluso, asimilan mejor cuando pueden explicarlo a otra persona.
Son los que mejor se adaptan al estilo tradicional de enseñanza, en que las clases son principalmente expositivas. Tienden a recordar mejor lo que escuchan que lo que leen.
Se calcula que entre un 10% y un 20% de la población en general privilegia el estilo de aprendizaje auditivo.
3. Aprendizaje kinestésico
Finalmente, quienes aprenden mejor cuando interactúan físicamente con el material educativo, tienen un estilo kinestésico.
Usualmente, son los estudiantes que en una clase expositiva se están balanceando en la silla, hacen
dibujos o se paran constantemente.
En términos generales, su aprendizaje es más lento, pero pueden mejorar mucho con las actividades físicas, el dibujo, la pintura, los experimentos de laboratorio y los juegos de rol.
Normalmente, recuerdan mejor lo que hacen y no tanto lo que ven o escuchan. Se calcula que entre un 30% y un 50% de la población, en general, privilegia el estilo de aprendizaje kinestésico. Y entre los hombres este porcentaje es aún mayor.
Cómo estudiar con los niños
Usualmente, lo que se hace en una primera sesión de clases particulares es aplicar un diagnóstico al estudiante. Así se pueden evaluar y establecer cuáles son las debilidades y fortalezas que presenta.
Según explica la tutora de la empresa de clases particulares Claseduc, Ángela González, profesora y licenciada en Historia, “no es necesario que el diagnóstico sea formal, es decir, puede ser una conversación guiada sobre las materias que trabaja el alumno en el colegio. El objetivo es que explique cuáles siente que son las más difíciles y las que tienen evaluaciones más complejas de abordar”, aclara.
Al mismo tiempo, es recomendable averiguar cuáles asignaturas le gustan o le desagradan al estudiante. Y, en este último caso, qué siente cuando está en clases de un ramo que no es de su preferencia. Por ejemplo, si siente miedo, ansiedad, angustia, impotencia, etc.
Para Patricia Rojas, licenciada en educación con mención en inglés, es fundamental que el alumno o alumna entregue luces sobre cómo le es más fácil aprender.
Por ejemplo, a través de recursos visuales o auditivos, actividades grupales o individuales. “Este aspecto se puede conocer a través de una evaluación no centrada en contenidos, si no que más bien en componentes motivacionales”, explica Patricia.
Motivación para el estudio
En el artículo “¿Motivar para aprobar o para aprender? Estrategias de motivación del aprendizaje para los estudiantes”, del año 2010, los profesores Alejandro Anaya-Durand y Gelina Anaya-Huertas, dan luces sobre la motivación.
“El elemento esencial para lograr una motivación permanente en el alumno para aprender, para desarrollar y trascender, lo constituye el propio profesor. Él, mediante su estímulo, ejemplo y motivación personal, impulsa al alumno a sacar lo mejor de sí, como lo define el propio término educar (sacar lo mejor de sí)”.
La desmotivación, muchas veces, se relaciona con el fracaso. Cuando un estudiante ha obtenido malos resultados se siente incapaz de comprender o aprender algún contenido. Lo más importante para revertir esa situación es mejorar la autoestima y la autovaloración del propio alumno/a.
Es importante que el estudiante entienda que esos malos resultados que obtuvo en el pasado ya no se repetirán. Porque él es realmente capaz y si hubo resultados desfavorables, fue por una mala comprensión y poca preparación.
La doctora en educación y decana de la Stanford Graduate School of Education, Deborah Stipek, ha hecho experimentos que revelan que lo que un niño cree sobre su inteligencia afecta su motivación al éxito.
“Si él piensa que la inteligencia fue definida cuando nació y cree que nunca la ha trabajado o no la ha mejorado a medida que ha crecido, normalmente el niño(a) va a rendirse sin siquiera tratar. Por el contrario, si se le ayuda a entender que la persistencia es más importante que la suerte al nacer, se podrá promover al niño a aprender a tener éxito a su propio paso. Este es el niño que cambiará de decir ‘¿Para qué tratar?’ al ‘He aprendido a ir más despacio y a revisar mis tareas dos veces’.”
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